martes, 2 de febrero de 2010

La adicción… el pan de cada día


La conciencia es el arma de una sociedad controladora. Las leyes, normas, ética y moral, son creaciones de hombres para hombres; por lo tanto se caracterizan principalmente por llevar implícita la naturaleza humana: son mentiras imposibles de cumplir. Así como decía Mark Twain en uno de sus títulos llamado “Historias que muestran ejemplos de magnanimidad”, los textos que circulan en el ámbito social acerca de los comportamientos morales y la recompensa que traen esos comportamientos para quien los practique, no son más que finales incompletos, pues la realidad es otra. Una de sus historias dice lo siguiente: “(…) Aquél a quien Dios considera digno de morir de hambre, que no lo rescate el hombre presuntuoso, pues será a costa de su propia ruina”.

De la frase citada se deduce que esa moral impartida por la sociedad misma a todo ser humano desde su hogar, no es más que el producto de una gran manipulación por medio de la creación de una “conciencia moral” que decide qué es pecado y qué no lo es. El que haya “pecado” no es digno de respeto y, en algunos casos, pierde para siempre su dignidad y su lugar como persona dentro de este conglomerado humano.
Charles Bukowski, en su texto titulado “Un mal viaje”, habla de esa discriminación social a quienes están “locos” enviados a sitios con denominaciones macabras: Manicomios. Habla de cómo el gobierno le da la espalda a ese grupo de personas. Él dice: “(…) hasta que no lo derribemos todo y lo reconstruyamos, los manicomios seguirán descuidados y los recortes que hace nuestro buen gobierno a los presupuestos de los manicomios los tomo como una sugerencia implícita de que a los enloquecidos por la sociedad no debe mantenerlos y curarlos esa sociedad misma, en este período de inflación y locura fiscal generalizadas(…)”. Luego remata diciendo que en realidad los locos son todos los que hacen parte de la sociedad, porque si se hace una mirada a las cosas que enloquecen a un hombre, se podría hablar fácilmente del matrimonio, la guerra, las líneas de autobuses, las cirugías, y hasta el sexo.
Bukowski compara esas artimañas que enloquecen a los personajes de una sociedad con un “viaje” de LSD, pues propone la idea irreverente de que enloquece más una sociedad que discrimina, que se va a la guerra, que manipula por moralismos, que juzga; que un viaje de LSD o de hierba que lo único que hacen es ayudar a soportar la pesadez de la sociedad presente.

Así como Charles, Michael Serres (gran ilustrado) en su obra “Drogas”, también interpreta una sociedad drogadicta, con hombres adictos al poder, al dinero, al alcohol, al trabajo. Define al hombre como una bestia sin instinto, esclavo del miedo a la muerte y del tiempo. El hombre ha entrado en una era de consumo, consumo total. Los medios masivos de comunicación, la publicidad, el poder, las drogas, la ambición, entre otros ya mencionados; consumen al hombre y lo sumergen en una dependencia tóxica de ellos mismos, vuelven al hombre un ser controlado, manejado, desprovisto de toda libertad, y como dice Bukowski: “(…) la mayoría de los malos viajes se deben a que el individuo ha sido moldeado y envenenado previamente por la sociedad misma (…)”.

Según Luis Javier Orjuela Escobar en su documento “la debilidad del Estado colombiano en tiempos del neoliberalismo y el conflicto armado”, la sociedad es, no sólo una red de cooperación, sino también una red de conflictos y tensiones sociales, que necesitan ser mediados por un poder relativamente autónomo a fin de asegurar la persistencia y reproducción de la sociedad misma. Desde esta perspectiva el papel de Estado es mantener el nada fácil balance entre cooperación y conflicto, de tal manera que la sociedad logre el mínimo de cohesión necesaria para su continuidad.

Lo que lleva a reflexionar la definición anterior, proporcionada por Luis Javier, es que el Estado actual , que supuestamente regula las relaciones humanas, no es más que un Estado ficticio, y la sociedad es producto del Estado; por lo tanto es también una sociedad ficticia llena de mentiras. A través de morales que conducen a la culpabilidad continua, por los errores naturales que un ser humano puede cometer, pretenden controlar los asesinatos, los robos, las infidelidades, en fin, los conflictos. Pero esa estrategia es equivocada, no funciona y eso es una realidad palpable.

Con la inmortal y eterna mentira (palabras de Mark Twain), la sociedad funciona y ha funcionado siempre. Pero la triste verdad de esas mentiras, es que ya ni siquiera son utilizadas por justas causas. Twain en su escrito “Sobre la decadencia del arte de mentir”, menciona ciertos aspectos de los que se deduce que la mentira es un acto de complacencia a una persona o grupo de personas que necesitan oír y creerse esa mentira para poder sobrevivir. En realidad, actualmente, esas mentiras están siendo manipuladas con fines altamente perversos, fines individualistas y de pasar por encima del otro.

Como se dijo iniciando este texto, la conciencia es el arma de una sociedad controladora, es una mentira así como cada cosa en la mente humana. Esas mentiras son la droga que creó el hombre para todo ser humano, son tan necesarias que hasta el mismo Dios es una de ellas. Son drogas que sirven para “sobrevivir” en un mundo derrumbado por ellas mismas. Son el todo, son la nada del miedo a la única realidad que enfrenta todo hombre: la muerte.