miércoles, 16 de marzo de 2011

El camino de la muerte


El espejo reveló la realidad casi invisible por tantas dosis de morfina que segaban su cordura. Julieta Vanegas Blair, miraba su rostro como si fuese otro. A pesar de sus 50 años de edad, su pelo lucía blanco como la nieve y sus ojos, de un verde casi increíble, reflejaban el dolor y la agonía que producen una enfermedad de casi 5 años.

Abatida, recordó un libro que marcó su vida: “La metamorfosis” de Franz Kafka, era como si su cuerpo fuese objeto de esa transformación irreal de la que hablaba el autor en su obra. Nada estaba en su lugar, una laringectomía radical había extirpado sus cuerdas bocales y por el mismo motivo no podía expresar que estaba aterrada con su propia presencia.

Una traqueostomía (hueco en la garganta para respirar) era su collar, una gastrostomía (sonda en el estómago para alimentar) y una bolsa de alimentación conectada a ella, era la única forma que tenía de suplir su sed, su hambre y las irresistibles ganas de un solomito en salsa de champiñones que sentía. Dos incisiones de casi 20 centímetros marcaban su pecho y su cuello; una de ellas desfiguraba su seno derecho. ¿Quién soy, qué pasa, dónde estoy?- dijo con palabras mudas.

- Tranquila mami, todo va a salir bien; la muerte es parte de la vida, es un proceso que nos llega a todos y es el camino que tienes que seguir. Yo voy a estar bien, a pesar de que no vayas a estar conmigo tu presencia me acompañará toda la vida. Te amo con toda mi alma y nunca abandonarás mi corazón…sigue tu camino-.

- Sí Juli, muchas gracias por todo tu amor, eres el ser más hermoso y especial que he tenido, no tengas miedo, vas a descansar por fin-.

Las palabras de su hija y de su esposo revelaron ante los ojos de Julieta que la cirugía, a la que había sido sometida hace más de una mes, no había sido un éxito y que, por el contrario, había causado secuelas mortales en su cuerpo.

A pesar de que siempre aseguró que no le temía a la “parca”, sus lágrimas revelaron lo contrario.
Después de largas horas fallidas en las que quiso comunicarse modulando con sus labios las palabras, su hija, Andrea Arango, le alcanzó un tablero de mano con todo el abecedario escrito en él y le dijo:

-Mira mami, señala letra por letra hasta que nos construyas una palabra y así te podremos entender lo que nos quieres decir-.
Julieta se sintió un poco aliviada por la opción creativa que su hija le presentaba y señaló: -¿Qué tengo?-.

Su hija, estremecida y sin ganas de mentirle más a su madre pronunció:
-Te descubrieron un cáncer en la laringe y ya hizo metástasis en los pulmones… no hay nada que hacer-.

Julieta por fin comprendió que la cita con el destino más conocido por todos y a la vez desconocido por los mismos, había llegado a su puerta. Y fue así como emprendió el camino de la muerte…

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